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La llegada de la alimentación complementaria viene a romper la rutina que ya habíamos conseguido establecer durante los primeros meses de vida de nuestro bebé. Y es que justo cuando parece que ya le hemos cogido el punto a la lactancia —materna o artificial—, de repente este cambio de paradigma puede suponer todo un desafío.

Como para todo, es importante contar con información actualizada de cuáles son las últimas recomendaciones de la AEP y la OMS a este respecto, así como tener un pediatra en el que confiemos y que pueda realizar un seguimiento actualizado de nuestro pequeño.

Pero además de contar con información contrastada y un buen profesional que nos respalde en todo este proceso, hay un ingrediente que no puede faltar en la ecuación: confianza. Confianza en que sabrás hacerlo bien —como lo has hecho hasta ahora— y, sobre todo, confianza en que tu bebé reconoce sus necesidades y sabe perfectamente qué necesita.

Programados para salir adelante

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Has superado los primeros seis meses y, quizá sin darte cuenta, ya confías en la capacidad de tu bebé para alimentarse. Si le has dado biberón, habrás visto cómo poco a poco ha ido demandando más cantidad, mientras que otros días, quizá si se encontraba algo revuelto o con algún catarro, ha tenido menos apetito. Y, aunque seguramente preocupada, no has insistido porque, de alguna manera, sabes que tu bebé sabe lo que necesita.

Si le has dado pecho, aquí el acto de confianza es aún mayor, porque con el biberón —somos seres extremadamente visuales— puede percibir claramente qué cantidades toma. Pero con el pecho es otro cantar. No puedes saber a ciencia cierta cuánta leche bebe, así que controlas otros parámetros, como la cantidad de pañales que moja, las deposiciones que hace y el peso que va ganando. Cuando pide, le ofreces y cuando se separa, le dejas descansar. No tiene más.

Entonces, ¿por qué cuando comenzamos la alimentación complementaria, de repente, nos vemos abrumados por la preocupación? Tenemos, generalmente, la percepción de que nuestro bebé come poco. No se acaba el plato, hay días que simplemente juega con la comida, otros directamente rechazan la cuchara, y cuando hay que introducir un alimento nuevo, es casi cuestión de azar que le apetezca probarlo o no.

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Si bien es cierto que es normal que nos preocupemos —de hecho, parece una constante durante toda nuestra maternidad/paternidad—, debemos tomarlo con tranquilidad y ser capaces de tener perspectiva, para que no caigamos en comportamientos equivocados e incluso perjudiciales para nuestro bebé.

Durante esta primera etapa, es fundamental que confiemos en que el peque sabrá gestionar su saciedad. Estamos, de hecho, dándole la oportunidad de que adquiera esa destreza que, por otro lado, ya ha sabido ir poniendo en práctica durante la lactancia exclusiva. Del mismo modo que sabe cuándo retirarse del biberón o del pecho porque está lleno y lo percibe, sabrá cuándo y qué necesita comer cuando introduzcamos los alimentos.

Hasta el año, la leche es su alimento principal. Por eso la denominamos “alimentación complementaria”, porque es un complemento, no la base de su alimentación. Estos seis meses, aproximadamente, en los que compaginará la leche con comida, son una etapa de preparación para lo que vendrá a partir del año.

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Deben probar, experimentar las texturas, ser expuestos a diferentes alimentos… No extraerán de ahí su nutrición principal, pero sí se prepararán para cuando llegue el momento de transición en el que la leche será el acompañamiento y la dieta sólida, la base.

Esta preocupación, como decíamos, puede llevarnos a instaurar malos hábitos en nuestros pequeños. Insistirles, distraerlos con juguetes o dibujos, o, peor aún, obligarlos a comer, solo generará problemas a largo plazo, ya que les estaremos evitando ser capaces de detectar su propia saciedad, saber cuánto necesitan comer y cuándo es necesario que paren. Y la solución es sencilla: confía en tu bebé.

Un profesional responsable y actualizado

Puede que suene a salto de fe. Pero confiar en que nuestro peque tiene capacidad para salir adelante es clave. Nuestra responsabilidad recae en ofrecerle alimentos sanos, saludables y variados y la suya, en alimentarse de ellos conforme a lo que vaya necesitando.

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Los tarritos de Hero Baby son un ejemplo de cómo se pueden crear recetas nutricionalmente equilibradas y con las recomendaciones de pediatras y profesionales del sector como guía fundamental. Hero Baby prepara sus tarritos con ingredientes sometidos a un estricto control de calidad desde el inicio hasta el final de la cadena de producción.

Y no solo eso, tampoco incorpora conservantes ni colorantes a ninguno de sus tarritos ya que, gracias a su proceso de conservación, similar al baño María que podríamos hacer en casa, el alimento permanece conservado en el tarrito hermético y listo para comer en perfectas condiciones.

Pero además de todo esto, es fundamental que contemos con un profesional que nos acompañe en este camino y en el que también podamos confiar, con quien nos sintamos cómodos y que esté actualizado, sobre todo si optamos por métodos como el BLW.

Una de las cosas que más nos ayudan a la hora de confiar en que lo estamos haciendo bien son los percentiles. Pero también tiene el anverso de la moneda y es que, cuando nuestro bebé no los sigue de manual, caemos en preocuparnos aún más si nuestro pediatra no nos explica bien qué significan y cómo se emplean.

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Los percentiles no son caminos de los que un niño no pueda salir si quiere estar sano. Son estadísticas que nos sirven de guía pero que deben ir siempre acompañadas de la revisión y supervisión de un profesional que sepa interpretarlos correctamente.

Ningún niño va a seguir al pie de la letra, por así decirlo, la curva que marca su percentil. Si tiene una gastroenteritis, o está en un proceso de dentición especialmente doloroso, no se alimentará de la misma forma que un bebé sano, así que es muy posible que en diferentes ocasiones, veamos cómo se encuentra por debajo o por encima de la gráfica correspondiente.

Y es aquí cuando nuestro pediatra debe ofrecernos su consejo profesional, ya que en la salud de nuestro bebé no influye únicamente el peso o la talla. Hay muchas otras variables a considerar y en conjunto, son las que determinan el buen estado de un niño. Nuestro pediatra cuenta con ellas y puede ofrecernos asesoramiento —y tranquilidad—. Si, en algún caso, hay algo que no encaje y requiera un estudio más detallado, el pediatra nos informará y asistirá en el proceso.

Por tanto, podemos concluir con que, en definitiva, una de las bases para que la alimentación complementaria sea un éxito es la confianza. Confianza en nosotros mismos, en que sabremos identificar las señales de hambre de nuestro peque y ofrecerle una alimentación nutritiva y equilibrada, como la que podemos encontrar en los tarritos de Hero Baby. Confianza en nuestro pediatra, que nos acompañará durante esta compleja etapa de la crianza. Pero, sobre todo, confianza en nuestro bebé.

Imágenes | iStock/MachineHeadziStock/joeelnaggariStock/AntonioGuillemiStock/didesign021