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Dar de comer a nuestros hijos es una experiencia maravillosa, aunque puedan surgir algunos obstáculos a subsanar en el camino, como puede ser el caso de la lactancia materna. Con la alimentación complementaria, nos enfrentamos a nuevos retos y es importante que seamos conscientes de qué debemos esperar de este proceso.

Como todos los inicios, debemos armarnos de dos ingredientes clave: paciencia e información. Saber qué comportamiento es natural en nuestro bebé y cómo ofrecerle la mejor dieta son tres elementos fundamentales para que este proceso vaya como la seda.

Dentro de esa dieta que mencionamos, es importante buscar variedad y calidad. Dos pilares que sustentan la línea de tarritos de Hero Baby, elaborados con ingredientes sometidos a estrictos controles de calidad desde el proceso de cultivo hasta el producto final.

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Su composición contiene porciones equilibradas, y sigue los últimos criterios nutricionales recomendados por pediatras y profesionales del sector. Además, su proceso de conservación mantiene el alimento seguro y en condiciones perfectas para su consumo. Al ser sometidos a un tratamiento muy similar al del baño María, los tarritos Hero Baby no incorporan ni conservantes ni colorantes, ni ningún otro aditivo.

Puede que incluso así, con conocimientos, alimentos de calidad y tolerancia a la frustración, nos equivoquemos, como en tantas otras ocasiones de nuestras vidas. Es normal, nadie consigue controlarlo todo a la perfección, pero en el caso de la alimentación complementaria, podemos adelantarnos a las circunstancias y saber qué hacer cuando nos encontremos en esa situación. Estos son los errores más comunes que cometemos al alimentar a nuestros niños.

Llenar el plato

Nos emocionamos, es así. Cuando preparamos el plato de comida de nuestro peque, lo llenamos de cosas ricas, de eso no hay duda. Pero lo que no solemos tener en cuenta es el tamaño de ese estómago que pretendemos llenar.

Entre los seis meses y el año, el estómago de un niño varía entre los 180 y los 500ml de volumen. El de un adulto es más del doble, para que nos podamos hacer una idea. Pero no es algo que contemplemos. Queremos que coman bien, porque es una de las preocupaciones habituales de cualquier madre y padre. Y bajo esa premisa, preparamos una ración desproporcionada.

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Puede que incluso no haya sido ese el caso. Puede que hayamos sido comedidos, pero nuestro peque tenga poco apetito y le guste hacer más comidas a lo largo del día, pero de menor cantidad.

Tenemos que ser muy conscientes de la cantidad de comida que ofrecemos. Es preferible que demos la posibilidad al niño de repetir en lugar de ponerle raciones inabarcables. A nosotros nos costará ver que deja comida, y a ellos les costará más gestionar la saciedad. Sobre todo si caemos en el siguiente error.

Insistir hasta la extenuación

Nosotros no tenemos el mismo apetito todos los días. Incluso en un mismo día, puede que a la hora de comer estemos rabiosos y que llegue la cena y no nos apetezca probar bocado. Con los niños puede pasar exactamente igual.

Tanto si se nos ha ido la mano con la ración, como si les hemos puesto lo mismo que otras veces y hemos sido comedidos, puede que llegue un momento en que el niño no quiera comer más. Y no pasa nada.

No debemos caer en insistir hasta la extenuación, porque estaremos generando una situación de tensión que el peque terminará asociando al hecho de comer. Si se da con frecuencia, puede terminar afectando negativamente a todo el proceso y eso es algo que queremos evitar.

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Podemos ofrecer, desde luego. No será el primer peque que cuando le ofrecemos una cucharada a la primera se aparta, pero si se la ofrecemos a la segunda, la acepta gustosamente. No nos referimos a eso.

Los peques son muy claros cuando no quieren algo. Y como padres y madres, sabemos detectar esos momentos en los que se plantan y no hay más posibilidad. Si llegamos a ese punto, hay que aceptarlo, bajar la cuchara y no presionar.

Podemos estar atentos a si muestra signos de hambre durante el resto del día y ofrecerle algún snack, o adelantar la hora de la siguiente comida, pero sobre todo, debemos tener claro que ellos saben, mejor que nadie, cuánto necesitan comer. Dejarles esa libertad —siempre dentro de lo razonable y acudiendo a nuestro pediatra si detectamos algún problema— será fundamental para ayudarles a entender su saciedad e interpretar cuándo tienen hambre (y cuándo no).

Distraer para que sigan comiendo

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Puede que en lugar de insistir una y otra vez, como decíamos antes, optemos por una vía un poco menos directa. Ofrecerles algún juguete, quizá, o encender el televisor para que vean sus dibujos favoritos. Es caer exactamente en el mismo error, pero ejecutado de forma distinta.

Distraer a un niño para que coma puede resultar perjudicial a medio-largo plazo. En estos primeros meses de experimentación y exploración de la alimentación complementaria, factores fundamentales como el desarrollo de los gustos o la capacidad para gestionar su saciedad se están poniendo en marcha.

Si distraemos a un niño para que siga comiendo cuando ha decidido —y nos lo ha transmitido— que ya no quiere más, estaremos enseñándole a ignorar esas señales de saciedad que seguramente haya detectado correctamente en primer lugar, y esto, a la larga, puede generarle unos hábitos alimenticios poco saludables.

Comida sin texturas

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Una dieta variada incluye todo tipo de alimentos. Desde purés hasta trozos de pan —esos curruscos que tanto gustan a los más pequeños—. Pero muchas veces, puede preocuparnos la posibilidad de que se atraganten, y erróneamente creemos que con los purés y papillas eliminamos ese riesgo.

Si nuestro peque cumple todos los requisitos para iniciar la alimentación complementaria significa que está preparado para ingerir alimentos sólidos y líquidos, y el riesgo de atragantamiento con unos y otros es el mismo. La Asociación Española de Pediatría (AEP) reconoce en sus recomendaciones más actualizadas que no se dan más casos de atragantamiento en niños alimentados mediante BLW que en los que lo han sido exclusivamente a base de purés.

Un abordaje en el que el niño coma de todo —sí, purés y triturados también— puede ser ese término medio que buscan muchas familias. Porque las cremas y purés también forman parte de nuestra dieta habitual, y podemos ofrecerlos e incorporarlos a la suya sin inconveniente.

Pero debemos tener en cuenta que la masticación es un proceso clave. La AEP nos anima a ofrecer todo tipo de alimentos que puedan favorecerla, ya que ayuda al desarrollo de la musculatura facial y de las estructuras orofaciales, que también intervienen en procesos tan importantes como el habla.

Enfadarnos

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La sociedad actual no está diseñada de manera que ser padres o madres sea sencillo. El concepto de conciliación todavía está a años luz de lo que debería ser, y tratar de equilibrar todas las parcelas de nuestra vida suele ser un auténtico malabar. Por eso, es posible que lleguemos a casa y nuestro nivel de paciencia y tolerancia a la frustración no esté precisamente al máximo.

Y nos enfrentamos a una situación en la que la paciencia va a ser, justamente, nuestra mejor herramienta. La necesitaremos para acompañar a nuestro hijo en este proceso, para ofrecerle seguridad y confianza, para demostrarle que experimentar está bien, y que sabemos que poco a poco irá ganando destrezas en el ámbito de la alimentación.

Pero no siempre lo logramos. Y nos enfadamos. Nos enfadamos si se distrae porque suena una sirena en la calle, o porque alguien ha puesto la radio en otra habitación, o porque el perro anda por ahí no sea que se caiga algún trocito… Nos enfadamos si, después de pasarnos un buen rato cocinando, ni siquiera se anima a probar la comida y prefiere mamar o tomar su biberón. Nos enfadamos si, en definitiva, no come acorde a nuestras expectativas.

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Y generamos una situación de tensión que, como decíamos antes, debemos tratar de evitar en la medida de lo posible. Así que al final, hay que hacer un ejercicio de manejar expectativas muy considerable. Porque incluso cuando cumplimos con todo —una ración adecuada, variada, de alimentos que le gustan, variados, sin distracciones—, puede que no le apetezca comer y se cierre en banda.

Es importante mantener la calma. Respetar sus deseos, estar atentos por si es una cuestión momentánea o si realmente no tiene apetito, y actuar en consecuencia. Pero no debemos tomárnoslo como algo personal, aunque sea más fácil decirlo que hacerlo. Somos acompañantes de un proceso muy importante en la vida de nuestro peque y, como tales, tenemos una gran responsabilidad. Ser conscientes de los errores que podemos cometer y tratar de atajarlos antes de caer en ellos será nuestra mejor herramienta para que la alimentación complementaria se implante de la mejor manera posible.

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