La alimentación complementaria inicia una nueva etapa en la vida de nuestro bebé. Hasta el año, la leche materna o artificial continúa siendo su principal alimento, pero poco a poco debemos comenzar a introducir nuevos alimentos para que, cumplidos los doce meses, comience esa transición en la que la comida irá ganando cada vez más terreno.
La primera etapa, en la que vamos introduciendo de uno en uno los diferentes alimentos para controlar posibles reacciones y que el niño pueda identificar los sabores de cada uno de ellos, sin alteraciones o mezclas, es una etapa más de experimentación y prueba. La AEP nos recomienda, eso sí, tratar de ofrecer alimentos ricos en hierro y zinc, entre otras pautas.
Pero será cuando ya hayamos superado esta fase y podamos preparar elaboraciones algo más variadas cuando realmente tengamos que valorar cómo organizar las comidas de nuestro bebé para que su dieta sea saludable, equilibrada y variada.
De todo, en proporción
La AEP ha ido actualizando sus recomendaciones en los últimos años y cada vez son más versátiles, alejándose de aquellas pautas más rígidas y apoyándose en las últimas evidencias que arrojan los diferentes estudios realizados sobre los beneficios de una dieta variada desde el principio de la alimentación complementaria.
Basándonos en esto, podemos decir que desde el primer momento hay un rango muy amplio de alimentos que podemos ofrecer a nuestro bebé para que vaya probando distintos sabores y texturas. Darle estos primeros alimentos de manera aislada, sin mezclar unos con otros, no solo obedece a la finalidad de poder detectar una posible alergia de manera sencilla.
Estamos en un momento muy importante en el que se está formando su gusto. Por ello es clave que lo que pruebe sea lo más «puro» posible, por así decirlo. Exponerlo a distintos sabores aumentará su tolerancia a los mismos —por ejemplo, a las verduras— y le ayudará a tener un perfil gustativo amplio y saludable, previniendo así el riesgo de obesidad en el futuro.
Superada esta primera fase, podemos empezar a ofrecerle distintas combinaciones. Y es aquí cuando pueden surgir las primeras dudas: ¿cuánto ofrezco a mi bebé de cada tipo de alimento?
Como decíamos al principio de este epígrafe, de todo, en proporción. La Universidad de Harvard ha realizado diversos estudios y ha creado una sencilla guía que nos permite determinar en qué proporción debemos comer los distintos grupos alimenticios en cada comida. Se trata de una guía que bien puede servirnos como adultos, pero que también podemos aplicar a la alimentación complementaria cuando ya está instaurada.
Los tarritos de Hero Baby tienen en cuenta las principales recomendaciones de instituciones como la AEP y crean sus recetas de manera equilibrada, con alimentos que han sido sometidos a estrictos controles de calidad desde el inicio y con interventores propios que así lo garantizan, por ejemplo en el caso de las frutas y las verduras, desde el proceso de cultivo.
Los diferentes eslabones de la cadena de elaboración de un tarrito se someten hasta un total de trescientos controles, buscando garantizar de esta manera la calidad y seguridad de los alimentos empleados y preparados.
Además, el proceso de conservación de los tarritos Hero Baby, en el que no intervienen colorantes ni conservantes —del mismo modo que no se añaden sales ni azúcares a sus recetas—, aseguran que el producto permanece en condiciones óptimas para su consumo. De hecho, se somete a un tratamiento muy parecido al baño María que podríamos realizar en casa con el fin de que cada tarrito llegue a nuestros hogares listo para ser tomado.
Cuatro grupos fundamentales
Para considerar que una comida para nuestro peque es saludable, lo ideal es que contenga cuatro tipos de alimentos: vegetales, frutas, granos integrales y proteínas saludables. Por supuesto, no hace falta que intentemos cocinar algo con todos estos grupos en la misma receta. Se trata de una proporción pensada para distribuir a lo largo de la comida, por ejemplo, entre primer plato, segundo plato y postre, o a modo de plato combinado.
La mitad de la cantidad de comida que preparemos para cada ingesta debe estar formada por vegetales. Generalmente, es preferible que las verduras sean un poco más que las frutas, y siempre variadas y coloridas —es fundamental, en esta etapa, que resulten llamativas para el niño—.
En esta cuenta debemos tener en mente que hay algunas verduras de hoja verde que no son demasiado recomendables, al menos hasta el año, como son las espinacas o la borraja.
De hecho, a las pautas de la AEP podemos sumar las que nos ofrece el Ministerio de Sanidad, que nos advierte de la cantidad de nitratos en vegetales como la remolacha, la acelga, el apio o la lechuga, entre otros. A los niños entre 1 y 3 años no se recomienda darles más de una ración al día de ninguna de estas verduras, por seguridad.
Las frutas tienen menos restricciones, aunque las que tienen van más orientadas a la presentación. Por ejemplo, la manzana no debe ofrecerse cruda —tampoco la zanahoria— hasta más allá de los tres años, ya que el peligro de atragantamiento es alto. Del mismo modo que con las verduras, podemos ofrecérselas mezcladas, siempre buscando que estén maduras y sabrosas.
Un 25% de nuestra comida debe estar compuesta por granos integrales, ya que los refinados son menos beneficiosos para la salud. Así que aquí podemos ofrecerles desde pan de trigo o centeno integral —del de verdad— hasta arroz integral, pasando por quinoa y, por supuesto, pasta integral.
Por último, el otro 25% restante puede ser de proteína saludable, es decir, pescados —teniendo en cuenta que no tengan una cantidad alta de mercurio, como el atún rojo o el cazón—, pollo o legumbres, siempre controlando la cantidad de carne roja y evitando directamente las procesadas.
Se trata de un pequeño esquema que nos puede dar idea y orientación a la hora de abordar las comidas de nuestros pequeños. Siempre es complejo pensar en qué prepararles que sea saludable y equilibrado, y con estas pautas podemos encontrar una forma sencilla de crear nuestros platos.
Además, uno de los propósitos de la alimentación complementaria debe ser el de intentar aproximar de manera progresiva lo que come nuestro bebé a lo que comemos nosotros, siempre teniendo en cuenta las restricciones fundamentales relativas al uso de sal, azúcares añadidos y determinados alimentos que deben o bien mantenerse apartados durante el primer año o ausentes por completo de la dieta de nuestro bebé —y, preferiblemente, también de la nuestra—.
Por eso, a partir del año es tremendamente interesante que busquemos acercar lo máximo posible las comidas de nuestro peque a las nuestras. De esta manera no solo será mucho más llevadero a nivel de logística, ya que solo cocinaremos una vez, sino que seguramente también contribuirá a que toda la familia coma de manera más saludable.
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