Cuando por fin tenemos a nuestro bebé en brazos, nos damos cuenta de una realidad: nuestra vida nunca volverá a ser ni parecida. En cuanto volvemos a casa, se desata una especie de huracán que revuelve hasta el último resquicio de normalidad que podríamos haber conservado, y nuestros horarios, antes estructurados y cómodos, se transforman y rotan en torno a un único epicentro: esa cosita diminuta, desconocida y maravillosa.
Con el paso de los meses consigues lograr cierta apariencia de estructura. Las tomas, sean de lactancia materna o artificial, pueden encontrar algo parecido a la rutina —aunque siendo a demanda, ya sabemos cómo es—; comienzas a distinguir qué significa cada lloro, o qué momento es perfecto para la siesta. Y de repente, llega otro de los grandes cambios que sacuden tu día a día: la alimentación complementaria.
Te documentas, lees, preguntas a tu pediatra, buscas información, eliges qué tipo de método quieres llevar a cabo… Te preparas a fondo, en definitiva, y esperas que tu peque se muestre colaborativo. Total, el de [inserta aquí familiar, amiga o conocida] está precioso y come como una lima. ¿Por qué tu bebé va a ser distinto? Permíteme el spoiler: porque cada niño es un mundo y en la alimentación, ni te imaginas hasta qué punto es cierto esto.
Empezando con los nuevos alimentos
Es normal que te preocupes. Empecemos por ahí. Como padres, queremos que nuestros peques estén sanos, coman bien, descansen, estén activos, progresen… Y todo esto nos genera unas expectativas que no siempre se cumplen (por no decir casi nunca).
Cuando te enfrentas por primera vez a la alimentación complementaria, decidas el método que decidas, tienes que tener algo muy en mente. Para tu bebé este es el cambio más radical que habrá vivido en su corta vida. Hasta ahora, solo conoce el pecho o el biberón como forma de sustento. Y, de pronto, eso mismo que comen papá y mamá —entendámonos— va a pasar a ser parte de su dieta. Así que lo mejor que podemos hacer aquí es armarnos de empatía por un lado, y paciencia, por otro.
Es completamente normal que rechace alimentos. Quizá tarde algunos días, o incluso más de una semana, en aceptar lo que le estás ofreciendo. Puede que el brócoli le apasione al vapor pero en puré lo deteste. O que los cereales en papilla se los devore y no quiera saber nada del clásico currusco de pan. Es normal.
Estamos en un momento en el que lo que hace es experimentar. Experimenta nuevas texturas, nuevos sabores, nuevos olores que hasta ahora no conocía. Esta fase es importante y fundamental en su desarrollo, ya que durante buena parte de su primer año, los niños conocen el mundo a través de la boca —además del olfato y el tacto—. Chupan, mordisquean, tocan con los labios… Es una forma totalmente natural de relacionarse con el entorno. Así que si ves que tu peque explora gustosamente pero no parece interesado en comer, es normal.
Cuando comenzamos la alimentación complementaria —y también a lo largo de toda su vida—, nuestro deber es ofrecerle una dieta lo más variada posible, con todos los grupos de alimentos en la proporción adecuada, y el trabajo de nuestro bebé será determinar cuánto debe comer. Porque, no nos engañemos, quien mejor sabe qué necesidades tienen son ellos y lo mejor que podemos hacer es confiar en que saben escuchar a su propio cuerpo.
A la hora de elegir esos alimentos imprescindibles en la dieta de nuestro bebé, los tarritos de Hero Baby ofrecen una amplia variedad de opciones con las que cubrir las necesidades fundamentales de nuestro bebé. Todos sus ingredientes provienen de productores con los que hay un firme compromiso de calidad y cuya certificación tiene lugar a través de interventores propios.
Hero Baby se ha comprometido, además, a que todas sus recetas sean equilibradas, no tengan conservantes ni colorantes, sigan los últimos criterios nutricionales recomendados por profesionales y estén sometidas a un exigente control de calidad.
Ojo a las distracciones: pan para hoy y hambre para mañana
Todos lo hemos visto. Que si el avión con la cuchara, que si colocarle sus juguetes favoritos en la trona, incluso intentar distraerlo con dibujos animados… Cuando nuestro peque no come, podemos caer en la tentación de intentar «ayudarlo» de diferentes maneras pero todas con algo en común: distraerlo del hecho de comer.
Debemos confiar en que, si todo está bien —y esto es fundamental; todos nuestros consejos están basados en la premisa de que nuestro niño está sano, no tiene ninguna condición médica ni problema que deba valorar nuestro pediatra—, ellos saben regularse. Suena un poco ingenuo, quizá. ¿Cómo va a saber un niño de 8 meses cuánto debe comer? Pues de la misma forma en que sabe, perfectamente, cuándo pedirte teta o biberón: saben reconocer sin ningún problema sus propios signos de hambre y saciedad, y obrar en consecuencia.
Así que aunque nos parezca que no come lo suficiente —y esto es algo que, seguramente, te acompañe durante toda su infancia—, o que come poquísimo comparado con lo que (y esta es la clave) tú crees que debería comer, casi seguro que no es así. En este proceso es fundamental que le permitamos gestionar su propia saciedad. Esto redundará en que, con los años, sea capaz de tener una relación sana con la comida, reducir las posibilidades de obesidad, identificar claramente cuándo tiene hambre y cuándo, por ejemplo, puede tener ansiedad o cansancio, y cuándo ha comido suficiente para sus necesidades.
Por fin come… y llega el año
Como comentábamos al principio de este artículo, cuando parece que todo va cogiendo ritmo, llega la entrada de la alimentación complementaria y le da la vuelta a nuestra rutina. Algo parecido pasará cuando tu peque cumpla un año y, de repente, no sepas muy bien por qué come menos.
En torno al año, los niños sufren un frenazo en seco en su metabolismo, y sus necesidades alimenticias se reducen considerablemente. Ya no crecen al mismo ritmo imparable del primer año —imagínate si fuera así—, sino que empiezan a entrar en patrones de crecimiento mucho más estables que, en comparación con lo que hemos vivido inmediatamente antes, puede hacer que nos preocupemos.
Las cantidades se reducen porque, simplemente, sus necesidades son menores. Además comienzan a tener unos gustos mucho más marcados, fruto del desarrollo de su personalidad que, a partir del año, comienza un camino imparable. Son más selectivos, bastante inconstantes y su capacidad de atención parece haber desaparecido por completo.
Por eso es fundamental que les ofrezcamos alimentos completos, saludables y lo más equilibrados posibles. Los tarritos de Hero Baby como el de verduritas con pollo y ternera, arroz con pollo o menestra de verduras con ternera y jamón ofrecen una comida completa, sin conservantes ni colorantes, con ingredientes de calidad certificada y un estricto control en todos los procesos de elaboración y envasado. Son ideales para ofrecer en esos momentos en que estamos más justos de tiempo para cocinar, ya que sus recetas están diseñadas con el equilibrio y el aporte nutricional como metas fundamentales.
Así que no desesperes. Al final, nuestros peques son personas como nosotros. Tienen sus preferencias, sus momentos de cansancio en los que comer no es una prioridad, épocas en las que la dentición se hace más cuesta arriba y todo les molesta, semanas en las que su plato favorito ya no les dice nada. ¿Y no nos pasa a nosotros también? Como decíamos al principio, empatía y paciencia son las dos claves para llevar la alimentación complementaria de tu bebé con la mayor tranquilidad posible.
Imagen | iStock/monkeybusinessimages